*El poderoso líder militar y político tlaxcalteca, a quien se le rinde homenaje con una imponente monumento, fue un importante opositor a la expansión del Imperio Mexica en el siglo XVI y, paradojas, de los españoles
Beto Pérez
Tlaxcala, Tlax.- La figura intriga al transeúnte: el hombre armado para una batalla, que todos sabemos fue perdida, es un eco de la historia para mostrarnos entrañas más profundas que el brillo extranjero.
Su monumento en la capital está ahí para recordar que no debemos confiar fácilmente en el brillo de lo extranjero. Xicohténcatl fue un destacado líder militar y político de Tlaxcala, una de las principales ciudades-estado que se enfrentó a la expansión del Imperio Mexica en el siglo XVI.
En el siglo XVI Hernán Cortés y sus tropas necesitaban cruzar tierras tlaxcaltecas para llegar al imperio mexica, derribarlo y lograr sus planes colonialistas. Firmaron alianzas para tal propósito; abusaron del encono histórico entre estas naciones indígenas, el vaticinio del regreso de Quetzalcóatl y la profecía del Dios Camaxtli. Sólo el líder militar y político.
Xicohtencatl Axayacatzin, a quien se le ve fuerte, imponente y recio, se convertiría en el principal opositor de los españoles. No bastaba el castigo a los mexicas, si eso suponía perder la libertad de la entonces nación tlaxcalteca. La revancha es un asunto vulgar en la tradición indígena local. Sin embargo, la visión de este noble sólo tiene comparación trágica con Cassandra, mítica sacerdotisa de Apolo, quién advirtiera el engaño que los aqueos preparaban dentro del Caballo de madera introducido a Troya,
Las complicaciones que suponía Xicohténcatl para los objetivos de la corona española dieron pie a su captura y posteriormente ejecución en 1521.
Poco más de 400 años después se ha tenido que corregir la historia. Enmendar la deuda con el guerrero y reconocer que su única convicción fue la de mantener a su pueblo con absoluta independencia. Siempre hay que recordar que hace 500 años México no existía; y Tlaxcala, como otras naciones indígenas capturadas en el presente territorio, han tenido que sortear un costo muy alto por el mestizaje.
Para que el proyecto nacionalista de la Revolución tuviera un efecto contundente se necesitaban héroes locales para imortalizarlos en el tránsito y, así, recordar que México es un territorio único y unido: una segunda conquista, la mestiza. El 10 de mayo de 1932, siendo gobernador del estado Adrián Vázquez Sánchez expidió el decreto número 121 por el cual se renombró la ciudad bajo el nombre de Tlaxcala de Xicohténcatl.
La segunda acción ha sido la encomienda al escultor Lorenzo Alvarado para realizar un monumento a Xicohténcatl e inicialmente fue instalado en la Plaza de la Constitución el 12 de mayo de 1941. Hubo dos intentos previos: el 21 de agosto de 1907 por Carlos Noriega y retomada por Marcelino de laxico Parra en 1928. Pero paradójicamente, el artista español Alvarado fue, nuevamente, el ganador para dar cuerpo perpetuo al héroe por 15 mil pesos de la época.
Otras réplicas como otros intentos por dar imagen a Xicohténcatl se pueden encontrar fácilmente en el estado. Pero la que se encuentra en la Plaza que lleva su nombre